“Hallé las tierras más hermosas del mundo... llegué allí una mañana, antes del mediodía, y por ver este verdor y esta hermosura, acordé fondear y ver a los pobladores...” fueron estas las palabras que utilizó Cristóbal Colon para referirse al territorio que hoy es Venezuela, y han sido las mismas que se vinieron a mi mente aquel sábado 19 de julio cuando por segunda vez vislumbraba la costa del Consejo en el Delta Amacuro. Desde entonces sabía, que la virgen de las cruces (la curiara), me había conducido nuevamente al lugar donde me enamore del carisma Claretiano.
Con lo primero que me encontré fue con el caluroso recibimiento de la señora Dolores quien es la enfermera de la comunidad del consejo y la encargada de la capilla; acompañada de sus hijas y nietas nos dieron la bienvenida de parte de la comunidad. Desde entonces supe que sería una experiencia maravillosa.
Esa misma tarde tuvimos el primer encuentro con la gente del pueblo con una pequeña celebración de la palabra dirigida por el Hno. Jhon, todos se veían feliz de nuestra presencia y desde el primer momento vi cómo la gente respondía de una manera muy agradable.
Unas de las cosas que para mí fue una gran novedad fueron las actividades que se hicieron en la comunidad wara, porque era la primera vez que tenía un contacto tan directo con los indígenas. Y todo empezó con la gran presencia del señor José un maraisa (indígena) que fue a realizar el aseo en la parte de atrás de la capilla y le invitamos a comer con nosotros y nos invitó a su casa a jugar con los niños waraos. Inmediatamente respondimos a la invitación y fuimos a conocer el lugar y a la gente, y me di cuenta de la necesidad de esa comunidad indígena, pero mayor sorpresa fue el gesto de compartir un racimo de plátanos de parte del señor José, eso me sorprendió mucho.
Pero como dejar pasar por alto la gente mayor que día a día me recibía en su casa y compartía conmigo tanta sabiduría y experiencia. El señor Ruperto, la señora Eva, Maximiliana, Aleida, Bartolo, María, Estanislao, Martina, Dolores, Neida y muchos más que cada vez que los iba a visitar transmitía una alegría impresionante, pero no tanto como el señor Consejo que se llama igual que la comunidad y su esposa paula, quienes eran un matrimonio mixto, criollo e indígena y el señor consejo se hacía llamar indígena por la cantidad de años que tiene viviendo entre ellos; y como no mencionar al señor Urbano quien vive solo y en una situación casi de indigencia, pero con una amabilidad increíble; fueron los más bellos rostros que he visto en mi vida.
Los niños no se quedaron atrás, día a día nos acompañaban a todos lados, hasta a las horas de comida, especialmente Junior, la Negra, Hucha, José Miguel, Derwin y Alexander que casi al final empezó a visitarnos. Pero cada una de los que pude conocer me dieron algo para mi camino, perseverancia, humildad, compañerismo, amistad, cariño, sentido crítico, eso y más ejemplos que recibí de aquellos hombres y mujeres del consejo, y a ellos les escribí estas líneas que versan así:
La virgen de las cruces me introdujo al Orinoco,
Paseándome muy glorioso por sus caudalosas aguas…
El rio con sus montes, islas y montañas
Me mostraban tu gran amor.
Quien podría pensar en hacer misión sin antes sentirse amado,
Por él que con pasión y agrado, se encargó de moldear
Con tan dedicado afán, ese Delta maravilloso,
Que con su gente amable mostraban su majestad.
Señor yo te quiero amar, pero en toda esta gente,
Que con sus caras sonrientes me han mostrado tu rostro hermoso,
Hoy me siento muy dichoso de haberte conocido,
Y además de haber seguido por el camino de amar,
Claretiano algún día me he de llamar, para ser como Claret,
Quien en vida y en muerte es un hombre de caridad,
Dame la capacidad, de seguir en el camino
Que mis hermanos queridos han dejado en el Consejo,
Blas acompañó con esmero, cuando el cólera atacó,
Capilla se encargó de acompañar y querer a la gente,
Y hoy los recuerdan sonrientes por sus tantas travesías,
Déjame hacer las mías y que la gente recuerde
Y así algún día sonriente, te pueda yo decir,
Me diste lo que pedí, y hoy te entrego mis cuentas.
Emilio Cadenas.
Con lo primero que me encontré fue con el caluroso recibimiento de la señora Dolores quien es la enfermera de la comunidad del consejo y la encargada de la capilla; acompañada de sus hijas y nietas nos dieron la bienvenida de parte de la comunidad. Desde entonces supe que sería una experiencia maravillosa.
Esa misma tarde tuvimos el primer encuentro con la gente del pueblo con una pequeña celebración de la palabra dirigida por el Hno. Jhon, todos se veían feliz de nuestra presencia y desde el primer momento vi cómo la gente respondía de una manera muy agradable.
Unas de las cosas que para mí fue una gran novedad fueron las actividades que se hicieron en la comunidad wara, porque era la primera vez que tenía un contacto tan directo con los indígenas. Y todo empezó con la gran presencia del señor José un maraisa (indígena) que fue a realizar el aseo en la parte de atrás de la capilla y le invitamos a comer con nosotros y nos invitó a su casa a jugar con los niños waraos. Inmediatamente respondimos a la invitación y fuimos a conocer el lugar y a la gente, y me di cuenta de la necesidad de esa comunidad indígena, pero mayor sorpresa fue el gesto de compartir un racimo de plátanos de parte del señor José, eso me sorprendió mucho.
Pero como dejar pasar por alto la gente mayor que día a día me recibía en su casa y compartía conmigo tanta sabiduría y experiencia. El señor Ruperto, la señora Eva, Maximiliana, Aleida, Bartolo, María, Estanislao, Martina, Dolores, Neida y muchos más que cada vez que los iba a visitar transmitía una alegría impresionante, pero no tanto como el señor Consejo que se llama igual que la comunidad y su esposa paula, quienes eran un matrimonio mixto, criollo e indígena y el señor consejo se hacía llamar indígena por la cantidad de años que tiene viviendo entre ellos; y como no mencionar al señor Urbano quien vive solo y en una situación casi de indigencia, pero con una amabilidad increíble; fueron los más bellos rostros que he visto en mi vida.
Los niños no se quedaron atrás, día a día nos acompañaban a todos lados, hasta a las horas de comida, especialmente Junior, la Negra, Hucha, José Miguel, Derwin y Alexander que casi al final empezó a visitarnos. Pero cada una de los que pude conocer me dieron algo para mi camino, perseverancia, humildad, compañerismo, amistad, cariño, sentido crítico, eso y más ejemplos que recibí de aquellos hombres y mujeres del consejo, y a ellos les escribí estas líneas que versan así:
La virgen de las cruces me introdujo al Orinoco,
Paseándome muy glorioso por sus caudalosas aguas…
El rio con sus montes, islas y montañas
Me mostraban tu gran amor.
Quien podría pensar en hacer misión sin antes sentirse amado,
Por él que con pasión y agrado, se encargó de moldear
Con tan dedicado afán, ese Delta maravilloso,
Que con su gente amable mostraban su majestad.
Señor yo te quiero amar, pero en toda esta gente,
Que con sus caras sonrientes me han mostrado tu rostro hermoso,
Hoy me siento muy dichoso de haberte conocido,
Y además de haber seguido por el camino de amar,
Claretiano algún día me he de llamar, para ser como Claret,
Quien en vida y en muerte es un hombre de caridad,
Dame la capacidad, de seguir en el camino
Que mis hermanos queridos han dejado en el Consejo,
Blas acompañó con esmero, cuando el cólera atacó,
Capilla se encargó de acompañar y querer a la gente,
Y hoy los recuerdan sonrientes por sus tantas travesías,
Déjame hacer las mías y que la gente recuerde
Y así algún día sonriente, te pueda yo decir,
Me diste lo que pedí, y hoy te entrego mis cuentas.
Emilio Cadenas.