Aunque suene como que si alguien me dio un consejo y lo lleve a la práctica no es así, quiero referirme a una de las comunidades donde he querido acompañar a mis hermanos en el Señor. Esta comunidad del CONSEJO se encuentra en el municipio Tucupita, del estado Delta Amacuro, Venezuela.
Ya para culminar la primera etapa de formación (Propedéutico) que propone la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos) de la provincia Colombia-Venezuela; tuvimos una experiencia de misión de quince días en la comunidad antes mencionada. En este lugar pude entender, o por lo menos eso creo, por qué y para qué, Dios nuestro señor me llamó a la vida consagrada y misionera en esta su Iglesia. En esto de misionar yo no era nuevo, yo contaba con una gran experiencia de misión y lugares de misión que gracias a Dios he podido conocer y participar, y se podría decir que estaba acostumbrado a ese estilo y cronograma de misión y de hecho algo así esperaba; pero al ver todo el esfuerzo que mis hermanos mayores Claretianos hacen para atender y acompañar la vida y la fe de estas personas y de otras comunidades aún más lejos, ya Dios me decía que nada sería igual.
Llegamos a “San Félix” estado Bolívar, de ahí al municipio vecino “Casacoima” estado Delta Amacuro nos dirigimos al “Triunfo” donde está la comunidad de Claretianos que atienden a esta comunidad, al poco rato salimos para una localidad llamada “Piacoa” donde funciona el centro misionero y de ahí en “Curiara” (bote de motor que sirve como transporte) a la comunidad del Consejo.
Nunca pensé que esa realidad, ese lugar, esas personas, su manera de ser, pensar y vivir fueran a cambiar tanto mi visión y manera de pensar la misión en tan poco tiempo. Cuando llegue no puedo negar que hasta resistencia sentía en mi por el lugar, las condiciones de no tener luz, agua potable, etc. Pero ahí Dios se manifestaba y me hablaba al corazón, ver como la alegría de esas personas (niños, jóvenes, adultos y ancianos) me contagiaban, me fue liberando de tantas cadenas que traía como la comodidad, el no jugarme la vida, el no gastarla por nada, ni por nadie; eso me fue moldeando y comencé a ver a Dios en ellos, sus vidas, su forma de ser; me sorprendía como sin conocernos se acercaban, compartían con nosotros, nos daban de lo suyo que tanto les cuesta conseguir, me enseñó a ser verdaderamente desprendido y despreocupado.
Solo Dios sabe lo agradecido que está mi corazón con él por el regalo que me hizo en esos quince días de conocer a personas que desde su sencillez y humildad me enseñaban y me predicaban a ese Jesús que yo quiero seguir e imitar; personas como la Sra. Dolores una líder en todo el sentido de la palabra en esa comunidad, sus hijas y nietas que si nombrara a cada una bueno no me alcanzan las hojas, la compañía segura de un hombre de 74 años a quien yo llamaba mi Hno. Estanislao, la cercanía de los niños para los juegos, dinámicas y demás cosas que enseñábamos, la maravillosa presencia de (2) niñas que fueron para nosotros esos ángeles guardianes que tenemos Emileynis (la negra) y Milaxis (la ucha) como eran conocidas por todos allá, un niño de 11 años Junior también compañero fiel de nosotros aun siendo su familia (protestante) nunca nos dejó caminar solos, mujeres que me enseñaron a luchar por la familia como las Sras. Ana, Yusmely, Maritza, Teresa, y otras más; las ocurrencias de unas de las maestras del pueblo hija del Señor Estanislao, la Prof. Martina que el sábado que nos veníamos lloraba porque le cantábamos el cumpleaños feliz entre todos con guitarra y alegría, el talento que pude ver desarrollado y trabajado en un joven llamado Kent de apenas 16 años que tocaba la guitarra y el cuatro de una manera fenomenal, ahí que por ser un lugar de “difícil” acceso y de poco alcance me encontré con la gloria de Dios presente en esas personas tan maravillosas que conocí y con las cuales compartí, el Señor me enseñó que no debo creerme que gracias a mi el mundo va ser mejor sino que conmigo y mi esfuerzo tomando en cuenta al otro con todas sus virtudes así se construye de verdad una sociedad nueva, que no soy yo quien les va a aportar a ellos, son ellos los que me van a enriquecer a mi como persona y la experiencia de Dios en mi vida y mi vocación.
Fue una gracia excepcional el conocer a un señor que siendo tan pobre y estando tan solo, sin contar más que con la compañía de cuatro perros, nunca lo vi triste, preocupado, deprimido o sin esperanzas, si el señor Urbano me enseñó que Dios camina con nosotros y que nunca nos dejará solos, que solo él es nuestra fuerza y alegría; darme cuenta de adolescente y jóvenes con muchos sueños, metas y ganas de ser útiles para este país y para sus vidas me motivó y estimuló aún más a ser un misionero digno por, con y para ellos, por eso titule este pequeño articulo así “El Consejo que más Me ha Enseñado”. Con un gran y profundo sentimiento de agradecimiento y alabanza a Dios por tan grande regalo, invito a todo aquel que pueda leer este pequeño comentario a que se anime a buscar a Dios y el sentido propio de su vida en ese, que está a tu lado y que camina contigo, porque es en ese prójimo que veras a Dios en todo su esplendor y mayor gloria.
Ya para culminar la primera etapa de formación (Propedéutico) que propone la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos) de la provincia Colombia-Venezuela; tuvimos una experiencia de misión de quince días en la comunidad antes mencionada. En este lugar pude entender, o por lo menos eso creo, por qué y para qué, Dios nuestro señor me llamó a la vida consagrada y misionera en esta su Iglesia. En esto de misionar yo no era nuevo, yo contaba con una gran experiencia de misión y lugares de misión que gracias a Dios he podido conocer y participar, y se podría decir que estaba acostumbrado a ese estilo y cronograma de misión y de hecho algo así esperaba; pero al ver todo el esfuerzo que mis hermanos mayores Claretianos hacen para atender y acompañar la vida y la fe de estas personas y de otras comunidades aún más lejos, ya Dios me decía que nada sería igual.
Llegamos a “San Félix” estado Bolívar, de ahí al municipio vecino “Casacoima” estado Delta Amacuro nos dirigimos al “Triunfo” donde está la comunidad de Claretianos que atienden a esta comunidad, al poco rato salimos para una localidad llamada “Piacoa” donde funciona el centro misionero y de ahí en “Curiara” (bote de motor que sirve como transporte) a la comunidad del Consejo.
Nunca pensé que esa realidad, ese lugar, esas personas, su manera de ser, pensar y vivir fueran a cambiar tanto mi visión y manera de pensar la misión en tan poco tiempo. Cuando llegue no puedo negar que hasta resistencia sentía en mi por el lugar, las condiciones de no tener luz, agua potable, etc. Pero ahí Dios se manifestaba y me hablaba al corazón, ver como la alegría de esas personas (niños, jóvenes, adultos y ancianos) me contagiaban, me fue liberando de tantas cadenas que traía como la comodidad, el no jugarme la vida, el no gastarla por nada, ni por nadie; eso me fue moldeando y comencé a ver a Dios en ellos, sus vidas, su forma de ser; me sorprendía como sin conocernos se acercaban, compartían con nosotros, nos daban de lo suyo que tanto les cuesta conseguir, me enseñó a ser verdaderamente desprendido y despreocupado.
Solo Dios sabe lo agradecido que está mi corazón con él por el regalo que me hizo en esos quince días de conocer a personas que desde su sencillez y humildad me enseñaban y me predicaban a ese Jesús que yo quiero seguir e imitar; personas como la Sra. Dolores una líder en todo el sentido de la palabra en esa comunidad, sus hijas y nietas que si nombrara a cada una bueno no me alcanzan las hojas, la compañía segura de un hombre de 74 años a quien yo llamaba mi Hno. Estanislao, la cercanía de los niños para los juegos, dinámicas y demás cosas que enseñábamos, la maravillosa presencia de (2) niñas que fueron para nosotros esos ángeles guardianes que tenemos Emileynis (la negra) y Milaxis (la ucha) como eran conocidas por todos allá, un niño de 11 años Junior también compañero fiel de nosotros aun siendo su familia (protestante) nunca nos dejó caminar solos, mujeres que me enseñaron a luchar por la familia como las Sras. Ana, Yusmely, Maritza, Teresa, y otras más; las ocurrencias de unas de las maestras del pueblo hija del Señor Estanislao, la Prof. Martina que el sábado que nos veníamos lloraba porque le cantábamos el cumpleaños feliz entre todos con guitarra y alegría, el talento que pude ver desarrollado y trabajado en un joven llamado Kent de apenas 16 años que tocaba la guitarra y el cuatro de una manera fenomenal, ahí que por ser un lugar de “difícil” acceso y de poco alcance me encontré con la gloria de Dios presente en esas personas tan maravillosas que conocí y con las cuales compartí, el Señor me enseñó que no debo creerme que gracias a mi el mundo va ser mejor sino que conmigo y mi esfuerzo tomando en cuenta al otro con todas sus virtudes así se construye de verdad una sociedad nueva, que no soy yo quien les va a aportar a ellos, son ellos los que me van a enriquecer a mi como persona y la experiencia de Dios en mi vida y mi vocación.
Fue una gracia excepcional el conocer a un señor que siendo tan pobre y estando tan solo, sin contar más que con la compañía de cuatro perros, nunca lo vi triste, preocupado, deprimido o sin esperanzas, si el señor Urbano me enseñó que Dios camina con nosotros y que nunca nos dejará solos, que solo él es nuestra fuerza y alegría; darme cuenta de adolescente y jóvenes con muchos sueños, metas y ganas de ser útiles para este país y para sus vidas me motivó y estimuló aún más a ser un misionero digno por, con y para ellos, por eso titule este pequeño articulo así “El Consejo que más Me ha Enseñado”. Con un gran y profundo sentimiento de agradecimiento y alabanza a Dios por tan grande regalo, invito a todo aquel que pueda leer este pequeño comentario a que se anime a buscar a Dios y el sentido propio de su vida en ese, que está a tu lado y que camina contigo, porque es en ese prójimo que veras a Dios en todo su esplendor y mayor gloria.